Sus oídos explotaban ante tales sonidos, no podía entender como su querido príncipe podía decir aquellas palabras, él era frío, era otra persona, estaba bajo los influjos de un duendecillo cruel y ella sólo podía suspirar de dolor, ella que tanto lo había mimado... que tanto cariño le había mostrado durante tanto tiempo, ahora sufría.. con sus manos se tapaba el rostro para no mostrar sus lágrimas. No quería escuchar más y se tapó los oídos....
Pasó el tiempo y ella seguía inmersa en su sordera, ya no escuchaba ni el gallo por la mañana, ni las campanas de la iglesia, sólo seguía escuchando una y otra vez,en su memoria, las palabras de desprecio de su amado.
Pasaron los años y ella estaba consumida por la tristeza, nadie podía hacer nada, ni los brujos del reino ni las pequeñas hadas de la tierra, ni con pócimas ni hierbas sagradas conseguían que la pequeña herida volviera a oír los cánticos de los pajarillos, ni que volviera a sonreir...
El principe había sido castigado y desterrado para no hacer más daño a la princesa, él se había arrepentido de sus palabras, decía que él era así, impulsivo y que no lo había hecho con mala intención, pero el daño ya estaba hecho y el arrepentimiento ya no servía de nada, ya que el dolor era irreparable...
Un buen día la princesa salió, sóla como de costumbre, a pasear por el campo, hacía un día precioso, lucía un bello sol y las flores estaban más bellas que nunca, pero sus ojos también se habían cegado y lo veía todo gris y oscuro, un animal enorme dormía bajo un frondoso árbol, pero al notar la presencia de alguien levantó un ojo y sigilosamente se acercó a ella, se trataba del dragón del campo, el cual se comía a todo aquello que se acercara por allí, al verla se quedó prendado por su belleza y sintió lástima al ver sus ojos tan tristes, ella no se percató de la presencia del animal, absorta en sus cosas seguía caminando tal cual, como si nada pasara, ida en el tiempo y en el lugar...
Se sentó sobre una roca del río y mientras miraba su rostro, cual espejo en las cristalinas aguas, comenzó a llorar... El dragón sufría por aquella estampa y pensaba para sí, ella no debe sufrir es joven y bella, le queda mucha vida por delante y no debe estar así por un cretino como el principe desterrado, el dragón leía el pensamiento de las personas a las que se comía y si veía, antes de comérselas, un buen corazón, las perdonaba para siempre...
...Gritó y gritó, con un soplido lleno de fuego...
-"¡¡Princesa debes VIVIR!!"-
Y acto seguido la princesa levantó su mirada y vió el iluminado sol, las flores balanceándose acorde con el viento y aquel dragoncillo dejándose la garganta para salvarla...
-"¿Cómo te he oído, si yo no oigo otras palabras que las del rencor?.-
-"Te he abierto la mente, princesa....Antes sólo tenías abierto el corazón y, a veces, el tenerlo roto, no entiende a razones,... yo te he quitado la venda de tus ojos..... ".-
Y así la ALEGRÍA llegó de nuevo a su mirada y sobre todo,..a su SONRISA